Publicada en diciembre 2009

Es para mí especialmente grato poner a disposición de docentes, promotores, curriculistas, planificadores y especialistas educativos –en síntesis, todos y todas quienes están comprometidos, desde cualquier espacio social o ámbito disciplinario, con la trascendental empresa de educar– este VIII Informe Interamericano de la Educación en Derechos Humanos, el cual representa la investigación más actualizada de las que, desde el año 2002, el Instituto viene realizando anualmente para medir progresos en el campo del derecho a la educación en derechos humanos (EDH).

A lo largo de mi gestión como Director Ejecutivo del IIDH he sostenido reiteradamente, y lo sigo haciendo con convicción, que la tarea primordial de las democracias es la educación en general y la educación en derechos humanos en particular, como un derecho inherente a las personas e indispensable al desarrollo de las sociedades democráticas. La transformación de las normas jurídicas en prácticas ciudadanas cotidianas, en formas de interacción entre individuos y entre grupos orientadas a la construcción de sociedades más justas, libres y solidarias, no se produce por reacción espontánea ni debe dejarse librada a la suerte. Para lograrla es necesaria e inaplazable la intervención del Estado, como gestor de políticas públicas educativas y de los educadores, como mediadores pedagógicos en la formación de las jóvenes generaciones. Del Estado se requieren acciones sistemáticas y direccionadas a promover los derechos humanos y sus medios de protección al formular los programas de estudio, al capacitar a nuevos docentes y a docentes en ejercicio, al elaborar y distribuir libros de texto y otros materiales didácticos que desarrollan los contenidos del currículo. De los educadores se requiere querer y saber llevar al escenario vital de las aulas escolares la enseñanza-aprendizaje de los derechos propios y ajenos, de la relación entre derechos humanos y democracia, y del debate y la participación activa para forjar una cultura ciudadana que le reconozca a la dignidad humana la centralidad que le corresponde en las sociedades.